Rosario de la Frontera y otras localidades del interior de nuestra provincia ya no ofrecen el sosiego que alguna vez atrajo a aquellos buscando refugio de la agitación urbana. Una oleada de hechos delictivos graves ha sacudido la tranquilidad, dejando a la sociedad alarmada y afectando gravemente la normalidad de sus actividades diarias.
Los deliverys, en particular, se han convertido en blanco frecuente de asaltos, enfrentando una situación de desamparo alarmante por parte de las fuerzas policiales. Fernando Pistán, un repartidor y víctima reciente del crimen, compartió su angustiante experiencia tras un asalto mientras entregaba un pedido en el Matadero Viejo.
«Estábamos en la calle Manuel Puch y termino de dejar el pedido, había unos chicos que estaban de espalda, no le presté atención. Cuando subí a la moto se vinieron encima mío, me piden primero la comida. No tenía nada de comida porque había entregado el pedido, entonces uno me dice, ¡dame la plata! Saca de abajo de la campera una pistola y me la pone en la garganta, no me quedó otra que darle el dinero», relató Fernando con incredulidad.
Después del asalto, Fernando se dirigió a la policía para hacer la denuncia, donde se encontró con una respuesta desconcertante. «Llame al 911 me piden urgente que vaya hacer la denuncia me dicen que no podían desplazar hasta el lugar, porque no tenían móvil, fui a hacer la denuncia y me dice el Oficial, ‘sabe que usted llamó a la hora que el personal está cenando’ menos mal que no sucedió nada grave, una desgracia con suerte porque lo material se repone, esperemos que encuentren a estos chicos» , expresó Fernando con frustración.
La comunidad de deliverys en Rosario de la Frontera vive bajo una constante amenaza, mientras la falta de recursos policiales y la respuesta inadecuada a los llamados de emergencia profundizan el sentimiento de desprotección.
