En una jugada decisiva para el futuro electoral del país, el Senado se encuentra a un voto de dar luz verde a la Boleta Única Papel (BUP), una reforma que podría redefinir el panorama de las próximas elecciones nacionales. Con el respaldo de PRO y la UCR, el Oficialismo está cerca de alcanzar los 37 votos necesarios en la cámara alta. Sin embargo, la resistencia de ciertos bloques provinciales amenaza con complicar el camino hacia la sanción definitiva del proyecto.
Los senadores Carlos Arce y Sonia Rojas Decut, de Misiones, y Mónica Silva, de Río Negro, han expresado su rechazo a la propuesta, especialmente a la inclusión de un casillero para votar por la lista completa de un partido. Argumentan que esta opción podría confundir a los votantes y aumentar el riesgo de votos anulados. Esta oposición es crucial: sin el apoyo de estos senadores, el oficialismo no alcanzaría la mayoría necesaria para aprobar la reforma.
A pesar de las dificultades, la discusión sobre la BUP continúa y se espera que el proyecto llegue al recinto el 7 de agosto, aunque algunos sugieren que el 14 podría ser la fecha más realista para la votación. La urgencia del oficialismo se debe a la presión de la oposición en Diputados, que exige avanzar con la BUP antes de abordar la posible eliminación de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). La cercanía de las elecciones también añade presión, ya que el Congreso tiende a evitar tratar temas electorales en años de comicios.
Si el Senado no aprueba la BUP en su forma actual, el proyecto podría regresar a Diputados, lo que significaría más retrasos. Para evitar este escenario, se contempla la posibilidad de resolver las diferencias a través de la reglamentación de la ley o mediante una normativa posterior que pueda integrar las diversas posturas.


El proyecto respaldado por el Oficialismo propone una boleta única de papel, inspirada en el modelo de Córdoba, que incluiría todas las opciones electorales en un solo documento. En contraste, la propuesta de la minoría, liderada por Mónica Silva, sugiere una boleta separada para cada categoría de cargos, similar al sistema de Santa Fe, y mantiene la opción de «lista completa».
Mientras tanto, el Kirchnerismo y otros sectores se oponen a la reforma, defendiendo el sistema actual que consideran más ventajoso. La oposición, en cambio, apoya la BUP como una medida para reducir costos, prevenir fraudes como el robo de boletas y fomentar la sostenibilidad ambiental.
En medio de este torbellino político, el destino de la Boleta Única Papel no solo depende de los votos en el Senado, sino también de la capacidad del oficialismo para superar los obstáculos y negociar un consenso que permita la implementación de una reforma electoral clave. A medida que se acerca la fecha crucial para la votación, el debate promete intensificarse, reflejando las tensiones y prioridades que definirán el futuro del sistema electoral argentino.
