En la noche del 20 de agosto, el Arena do Galo, escenario de la definición de los octavos de final de la Copa Libertadores, se transformó en un campo de batalla para los seguidores de San Lorenzo. Los hinchas que viajaron desde Buenos Aires para apoyar a su equipo se encontraron con una represión policial inesperada y brutal.
El partido entre San Lorenzo y Atlético Mineiro se disputó bajo una nube de tensión, marcada por la actuación cuestionable del árbitro Felipe González. Sin embargo, la mayor preocupación surgió en las gradas, donde la violencia se desató de manera alarmante.
Más de mil aficionados del «Ciclón» fueron objeto de una sorpresiva represión por parte de la policía brasileña. En medio de los reclamos y el caos, los agentes respondieron con una combinación de palazos, balas de goma y gases lacrimógenos. Este patrón de agresión no es nuevo para los seguidores argentinos, que han enfrentado situaciones similares en anteriores encuentros en Brasil.
La violencia alcanzó tal magnitud que el partido tuvo que ser interrumpido debido a los disturbios en las tribunas. Los hinchas, atrapados en medio del tumulto, fueron forzados a abandonar el estadio bajo una lluvia de gases y proyectiles.
Afortunadamente, no se reportaron heridos graves, aunque cuatro seguidores de San Lorenzo fueron retenidos por las autoridades brasileñas y su retorno a Argentina se ha visto demorado. El incidente destaca un patrón de hostilidad y desproporcionada represión que continúa afectando a los hinchas de equipos visitantes en Brasil.
