Desde las calles vacías hasta los primeros arrestos, el 20 de marzo de 2020 marcó el inicio de una nueva realidad para los argentinos.
La madrugada del 20 de marzo de 2020, las calles de Argentina se vaciaron de un modo impensado. La Plaza 9 de Julio, habitualmente bulliciosa quedó desierta bajo la mirada atónita de los habitantes que, sin previo aviso, comenzaron a asumir el confinamiento decretado por el presidente Alberto Fernández. El aislamiento obligatorio no solo alteró la vida diaria, sino que introdujo a los argentinos en un futuro incierto donde la normalidad se suspendió.
En ese primer día, la tensión era palpable. Las fuerzas de seguridad patrullaban las ciudades, mientras que la sociedad se veía obligada a redefinir sus rutinas, limitando los desplazamientos a lo esencial: comprar alimentos, medicamentos o salir a caminar al perro. En las pantallas, las figuras públicas, desde Messi hasta Tini Stoessel, difundían el mensaje: «Quedate en casa». Sin embargo, la desobediencia no tardó en llegar: arrestos y enfrentamientos con la policía fueron los primeros signos de una población aún reticente a aceptar el nuevo orden.
A lo largo del día, los medios de comunicación mostraron imágenes de largas filas en supermercados, de personas buscando productos esenciales mientras trataban de asimilar una crisis sanitaria global. Las dudas sobre la duración del confinamiento, la escasez de información clara y la dificultad para adaptarse a las nuevas normativas fueron una constante. La sensación de estar atrapados entre la falta de respuestas y el temor a lo desconocido se convirtió en el sentimiento dominante. La Argentina, como el resto del mundo, entraba en una pesadilla colectiva que cambiaría el rumbo de generaciones enteras.
Con cinco años de distancia, los ecos de ese primer día de cuarentena aún resuenan, no solo como un recuerdo de angustia y desconcierto, sino como un hito en la historia reciente del país, cuyas secuelas se siguen debatiendo hoy en día.