En el corazón del noroeste argentino, Salta se ha convertido en un paisaje desolado donde la pobreza y la indigencia han alcanzado cifras alarmantes. Jorge Paz, economista del Conicet y del Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico, a través de medios locales ha revelado una cruda realidad: en el último año, la pobreza en la provincia se disparó 20 puntos porcentuales, saltando del 37% al 57%. Esto ha sumido a 850.000 salteños en la oscuridad de la carencia económica, una tragedia provocada por la inflación desbordante y la devaluación que marcó el inicio del gobierno actual.
El panorama se agrava aún más con la explosión de la indigencia, que se duplicó en solo 12 meses, elevándose del 7% al 20%. Esta dramática escalada significa que uno de cada cinco hogares en Salta lucha desesperadamente por cubrir los gastos de la canasta básica alimentaria. La emergencia es palpable: el incremento en la indigencia no solo refleja un problema económico, sino una crisis humanitaria que consume lentamente a la población más vulnerable.
Paz subraya que los mecanismos de protección social, como la Asignación Universal por Hijo, ya no ofrecen un refugio adecuado. “Los ingresos laborales y los programas de asistencia están siendo devorados por la inflación”, explica, señalando que la capacidad de estos instrumentos para mitigar la pobreza se ha visto erosionada por el aumento vertiginoso de los precios. Las familias se aferran a tarjetas de crédito y a los escasos ahorros que les quedan, pero este parche financiero es insostenible a largo plazo.
La tasa de desempleo, que había sido relativamente contenida en el 4%, se ha duplicado, alcanzando el 8%. La situación, según Paz, no parece mejorar en el corto plazo. “Estamos condenados a vivir con un 60% de pobreza en lugar de un 30%”, concluye con un tono sombrío. En Salta, el futuro se pinta cada vez más incierto, y la supervivencia diaria se ha convertido en una lucha feroz contra la pobreza y la desesperanza.
